sábado, 31 de octubre de 2009

A propósito de Eco


El narrador, poeta, ensayista y traductor argentino Elvio Gandolfo publicó en el diario El País, de Montevideo, la siguiente reseña a propósito de Decir casi lo mismo, el libro de Umberto Eco sobre la traducción, del que este blog se ocupó en la entrada del 27 de octubre.

"El resultado es apenas regular"

En un principio Umberto Eco era básicamente un gran semiólogo italiano, con algún best-seller de calidad, como Apocalípticos e integrados. Pero a partir del éxito arrollador y mundial de su novela El nombre de la rosa su presencia se volvió ubicua: narrador, columnista, opinador, y semiólogo, desde luego. Casi no hubo tema que no tocara.

Las más de quinientas páginas de este volumen sobre la traducción, si se tiene en cuenta la amplitud de lecturas y el estilo muchas veces llano, comunicativo de Umberto Eco, prometían otro de sus mejores libros. Pero el resultado es apenas regular. Basado en su idea de la traducción como negociación, y teniendo en cuenta como base "el sentido común" (algo tan elusivo de definir como los costados simbólicos del Santo Grial), Eco cae en varias de las trampas que acechan a la traducción como tema de ensayo.

En primer lugar, gran parte del libro está conformada por comparaciones de diversas traducciones de un original por humanos a distintas lenguas, con otra de un software de traducción de Internet. Durante decenas, cientos de páginas, se comparan textos de, por ejemplo, el propio Eco (ante todo), Nerval, Queneau y otros. También se realizan trucos divertidos clásicos (aunque un poco gastados), como tomar la traducción del software y pasarla por más de un idioma, para mostrar el modo en que la frase original va corrompiendo su sentido. Por momentos, el recurso recuerda un juego de salón.

En un terreno más rico, Eco plantea con claridad problemas como el contexto lingüístico original, donde la palabra italiana nipote por ejemplo, traducida como "sobrino", tal vez presente más de un matiz que se pierde en el traslado. Pero esa riqueza cae, tarde o temprano, en las meras comparaciones de traducciones diversas.

Cuando se llega al final, uno no puede reprimir la sensación de que tanto el tema como el propio Eco habrían estado mucho mejor servidos reduciendo una buena cantidad de páginas, al disminuir los incontables ejemplos, o sacando conclusiones más dignas de la fama del autor a partir de ellos.

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