jueves, 26 de agosto de 2010

Habla un traductor de Louis-Ferdinand Céline

Íkala, revista de lenguaje y cultura Vol. 14, N.º 21 (ene.-abr., de 2009), que edita la Universidad de Antioquia, en Colombia, publicó un largo artículo de Wilson Orozco titulado "Manipulación ideológica y formal en la traducción literaria de Pablo Montoya Campuzano". Se trata de una reflexión montada alrededor de una entrevista realizada a Montoya Campusano (foto; 1963), traductor y autor de novelas, ensayos, cuentos y poesía. De ese extenso texto se reproduce el fragmento referido a la traducción de una obra de Louis-Ferdinand Céline, según la experiencia del traductor colombiano.

Experiencia en torno a la traducción de Mea culpa,
de Louis-Ferdinand Céline

Fue una traducción muy particular y es la que más problemas me ha causado. Traducir un texto como ése, sin tener un contacto con el lenguaje familiar francés, es bastante difícil. Céline es un escritor que tiene unas ciertas características: no se puede leerlo cuando se está aprendiendo el francés; hay que leerlo cuando uno
ha tenido una práctica de lectura más o menos fuerte en francés, porque él es un desbaratador del idioma. Y al mismo tiempo que lo dinamita y desbarata, genera una nueva escritura en francés.

En Francia conocí a Jean-Henri Madeleine, a quien está dedicada la traducción. Él me enseñó a Céline, en el buen sentido de la palabra. Él muy generosamente me regaló el primer tomo de La Pleiade, donde está Voyage au bout de la nuit (Viaje al fondo de la noche). Lo traduje así, pero la mayoría de traductores lo traducen Viaje al fin de la noche y la expresión bout de la nuit significa, en efecto, ‘fin de la noche’, pero también ‘extremo de la noche’ y ‘fondo de la noche’. Entonces, cuando uno lee la novela, se da cuenta de que no hay un viaje al amanecer (porque el fin o el extremo de la noche es el amanecer). Hay un viaje al fondo de la noche, hay un viaje a la mierda, a la gran putrefacción que hay en la humanidad. Yo leí la novela y quedé verdaderamente fascinado con esa capacidad de demolición de Céline, con esa riqueza lingüística. Los franceses dicen que después de Proust viene Céline. Con la otra gran vertiente francesa que es la recuperación del lenguaje popular. Y para eso hay que pensar en Gargantúa y Pantagruel de Rabelais, donde hay una fascinación por la mierda, por el culo, por el ano, por todo lo que es deglutir, porque inclusive en Viaje al fondo de la noche la guerra se representa como una gran bestia que traga a otras y las caga. Hay otros grandes satíricos, otros grandes críticos de la literatura francesa de los siglos XVI, XVII y XVIII; Céline llega en el XX y es como la gran madurez de esa tradición. Para traducir a Céline se necesita tener una familiaridad con el lenguaje popular y la sátira francesa.

Antes de traducir Mea culpa, encontré un libro de Céline que se llama Carnet du Cuirassier Destouches. Ésta es una especie de novela corta que cuenta la historia de un soldado francés enrolado antes de que estalle la Primera Guerra Mundial. Él llega al batallón adonde va a pasar su servicio y cuenta la primera noche en ese batallón. Inmediatamente llega, lo ponen a hacer una ronda nocturna con un pequeño batallón de guardias. Es un texto que demuele completamente la institución militar, usando un argot militar de comienzos del siglo XX. Cuando empecé a leer ese texto, no entendía absolutamente nada, no entendía los juegos, la riqueza, el humor. Entendía la historia un poco, pero no sabía en realidad qué significaban tales palabras. Es un ejercicio de comprensión verdaderamente arduo. Mi amigo francés me dijo que tenía que leer ese texto con un diccionario militar. Y ya con el diccionario militar se me aligeró completamente la comprensión.

Eso pasó más a menos con Mea culpa. Yo conversé muchas veces con Jean Marie, que es un franco-español, que habla un español completamente castizo, pero lleno de groserías. Es un hombre que sabe la riqueza del lenguaje popular. Él no conocía el español colombiano. Y fue ahí cuando empezamos a tratar de resolver algunas expresiones, como fermer la gueule (cerrar el pico); para balpeau creímos que era conveniente decir ‘¡nada, nada!’, como lo que hacemos los colombianos cuando estamos bravos, y haricots, que es una verdura, pero en ese contexto significaba ‘ni mierda’; popu (pueblito), prolo (proleto). Céline utiliza muchos sinónimos de “pene”, que es una palabra casi inofensiva, pero él la emplea a veces como un término muy fuerte. Entonces, había que buscar en el léxico latinoamericano muchos de los diferentes sinónimos. García Márquez habla de más de cincuenta expresiones para designarlo; putricule lo traduje como ‘gonorrea’, que es más de Antioquia; vacherie como ‘cabronadas’; también quería poner ‘mierda’, pero como había tanta “mierda” en el panfleto, dije que había que reducir un poco, porque eso iba terminar siendo una cloaca… Son secretos del lenguaje popular que jamás hubiera accedido a ellos si no hubiera encontrado a este amigo franco-español, con el que leí y releí muchas veces la traducción; fue una traducción muy cuidada en ese sentido.

Ahora bien, a la hora de definir hacia quién iba dirigida la traducción, pensé en los jóvenes lectores de la Universidad de Antioquia y de Medellín. Aunque me parecía peligroso publicar en la Universidad de Antioquia un texto anticomunista, por obvias razones. Por eso, hago la nota crítica diciendo que no comparto esas ideas, esa visión de Céline; algunas sí las comparto, otras me parecen verdaderamente excesivas. Digo que no se necesita estar de acuerdo con Céline para entender la grandeza de ese panfleto, literariamente hablando. Pero jamás tuve problemas por traducir esa obra.

Me parecía importante que se conociera esa mirada de Céline sobre el comunismo. Esto es muy importante para la historia de la comprensión del intelectual frente al comunismo. Evidentemente, a Céline nunca lo van a querer por ese panfleto. También lo traduje porque me interesaban, a mí particularmente que he seguido un poco esos procesos, esas relaciones del escritor con la política. Me interesaba mostrarle ese texto a una generación de estudiantes que lo ignoraba. Me parecía interesante jugármela por ese lado. Céline es un escritor difícil, sin duda alguna, pero es un clásico.

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