viernes, 1 de abril de 2011

«On the other side of the hill»

El 9 de agosto de 2010, El Trujamán publicó la siguiente columna, firmada por el Administrador de este blog.

Orogenia

Nada hay como los viajes para entender mejor de qué se habla en los textos que traducimos. Eso me dije una vez en Dublín, cuando, ya especializado en literatura irlandesa —y fundamentalmente en poesía contemporánea de ese país—, descubrí que muchas palabras que en inglés británico significaban una cosa en el inglés de Irlanda significaban otra. A cada viaje mi vocabulario se iba enriqueciendo, aunque, debo agregar, hubo momentos de cierto paroxismo. Me acuerdo particularmente de uno: con un amigo traductor estábamos buscando un museo de arte contemporáneo en lo que pensamos eran los suburbios de la ciudad. Hete aquí que, perdidos y sin edificios a la vista, le preguntamos a una mujer que pasaba por el museo que no encontrábamos. «Beyond the hill», fue la respuesta. Pero como no vimos ninguna colina —que en los diccionarios es la primera acepción de la palabra hill—, nos limitamos a desconfiar de nuestro oído e interpelamos a otro paseante. «On the other side of the hill», nos dijo un hombre. Pero la colina en cuestión seguía sin aparecer. Seguimos caminando y luego de pasar una mínima elevación artificial de esa calle, puesta allí para hacer que los autos disminuyeran la velocidad, algo más adelante vimos un portón abierto, a la izquierda de la calzada, que conducía a un jardín enorme, al final del cual se levantaba el edificio de un antiguo hospital, ahora transformado en museo de arte contemporáneo. Pero la colina seguía sin aparecer. A la noche, en el pub, relatamos esa historia a nuestros amigos irlandeses. Y ellos nos explicaron que en Irlanda a hill es lo que en la Argentina se llama usualmente «lomo de burro», traducción literal del dos d’âne del francés. Allí, vueltos al diccionario, descubrimos que entre las varias traducciones posibles —colina, cerro, loma, monte, alto, collado, alcor, altillo, altozano— hill tenía otras acepciones. Una de ellas remitía a túmulo, montículo, terraplén, montón. Tenía lógica. Sin embargo, el tema volvió a salir ahora en Londres, conversando con una amiga inglesa, cuando ya emprendía la vuelta a Buenos Aires. Se mostró asombrada. Me dijo que en Inglaterra al lomo de burro se lo llamaba sleeping policeman («policía dormido»), pero juró y perjuró nunca haber escuchado que alguien lo llamara hill.

Así las cosas, nada me gustó más que el día en que el contexto de la página que estaba traduciendo me ofreció la oportunidad de traducir la palabra hill por nuestro lomo de burro. Sin embargo, como siempre me estoy quejando de los traductores que no tienen en cuenta a los lectores del otro lado del océano, le pregunté a un amigo catalán cómo se les decía en España a esos accidentes artificiales del camino, destinados a volver juiciosos a los conductores de vehículos. Me dijo que, a diferencia de lo que sucede en la Argentina, en España todo el mundo conducía bien, por lo que no había lomos de burro. Me pareció raro e hice bien en desconfiar porque, entre otras cosas, mi amigo catalán no maneja autos. Así que le escribí a otro amigo, también catalán, quien me dijo que en España al lomo de burro lo llaman «badén» y me mandó por mail la quinta acepción del Diccionario de la Real Academia: «Obstáculo artificial alomado que se pone de través en la calzada para limitar la velocidad de los vehículos». Asimismo, me informó que además de «badén», él había oído que en España también se decía «resalto» e incluso «banda rugosa». Pero «badén», en la Argentina, no es un túmulo sino todo lo contrario; vale decir, una depresión en el camino. Puede hacer las veces de lomo de burro, pero induce a error. Había otras alternativas: Wikipedia, por ejemplo, señala que en otras latitudes los lomos de burro tienen otros nombres: «muerto» (en Puerto Rico), «policía acostado» (casi como en Inglaterra, en República Dominicana), «tope» (en México), «lomo de toro» (en Chile), «rompemuelle» (en Perú). Ahí me detuve, y antes de proseguir con mi trabajo pensé que todas las profesiones tienen sus respectivos problemas. Los míos, esa tarde, habían terminado cuando, no sin alguna melancolía, preferí posponer el trabajo para el día siguiente, que es hoy y que destino a escribir esta columna en lugar de traducir.

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