miércoles, 22 de junio de 2011

Borges se ha filtrado en la literatura escrita en inglés sin que nadie lo haya advertido

Richard Gwyn (foto) es un poeta y narrador galés, que además se ha especializado en la traducción de textos del castellano al inglés. Recientemente fue requerido por el diario Clarín para participar en un número especial dedicado a los 25 años de la muerte de Jorge Luis Borges. Lo hizo, reflexionando sobre la impronta dejada por Borges en la literatura de habla inglesa, en el artículo que se reproduce a continuación, publicado el martes 14 de junio pasado. 

De Pynchon a Amis, toda una generación borgeana

Cuando leí Ficciones por primera vez, tenía 18 años y vivía en una cabaña de pastores a medio camino hacia la cima de una montaña en la isla de Creta. Había encontrado el lugar, como por casualidad, mientras exploraba una franja de playa deshabitada, y me mudé para el verano. Acababa de leer Los hermanos Karamazov y La montaña mágica rápidamente, uno tras otro, y la concisión e intensidad de la escritura de Borges se me aparecieron como una revelación.

El mismo Borges tenía algo que decir sobre las novelas: "Es una locura laboriosa y empobrecedora ­la locura de escribir libros muy extensos­ desarrollando durante quinientas páginas una idea que puede ser contada perfectamente en cinco minutos de narración oral. La mejor forma de ocuparse de ellos es hacer como que esos libros ya existen y ofrecer un sumario, un comentario".

Como a cualquier persona de 18 años, me sedujo la idea de que cada instante contiene el potencial para infinitas posibilidades ­algo recurrente en el trabajo de Borges­ o que nuestro universo es solo uno entre muchos universos posibles, o que más que ser los propietarios de nuestra propia conciencia, somos el sueño de alguna otra entidad. No son ideas con las que se pueda vivir cómodo, pero yo siempre estaba empujando los límites de la comprensión e insatisfecho con los conocimientos obtenidos.

No todo el mundo reconocía a Borges con tal asombro en ese momento, incluido el amigo con el que compartí mi idilio en el Mar del Líbano. Durante los años siguientes, anoté con curiosidad cualquier mención que se hiciera de Borges en relación con otros escritores.

Desde el principio, teniendo en mente una de mis historias preferidas, "El Sur", siempre consideré que Borges era un escritor profundamente argentino, y que muchas de sus historias eran parábolas de la vida argentina. Pero aprendí que también había un Borges "inglés", porque debido a la influencia de su abuela inglesa, creció siendo bilingüe y nos recuerda en sus cadencias a los escritores que influyeron en él: su adorado Rudyard Kipling y Chesterton. Fue quizás esta "inglesitud" lo que atrajo a muchos de sus fans (aunque no a todos) en el Reino Unido.

De cualquier manera, Borges tiene una considerable influencia en novelistas de lengua inglesa en los años 80, en particular, en ambos lados del Atlántico, y el vigésimo quinto aniversario de su muerte es una buena ocasión para revisar esa influencia.

En su novela La información, (en la que los protagonistas, Richard y Gwin, forman mi nombre de forma alarmante), Martin Amis utiliza el concepto de "El Aleph" ­"una esfera cuyo centro está en todas partes y cuya circunferencia no está en ningún lugar... uno de los puntos en el espacio que contiene a todos los demás"­ como un tropo central para infundir en el libro detalles astronómicos, particularmente con respecto al ciclo de vida de las estrellas y del Sol.

La influencia de Borges en el libro va más allá, "Las ruinas circulares" son una alegoría de cómo todos los trabajos literarios se derivan de otros trabajos, confirmando de ese modo la propia deuda de Amis con Borges.

En un debate con Ian McEwan, que se llevó a cabo en Londres para celebrar el centenario del nacimiento de Borges, Amis dijo "El genio de Borges me deja sin palabras, su trabajo no se puede considerar minimalista, sino extravagante. Su forma de encarar el horror ante lo eterno y ante lo transitorio es extraordinaria". McEwan, de forma similar, elogió la "colosal inteligencia" de Borges, y añadió: "Hay algo de liberador en la escritura de Borges; es el puro placer del juego de la abstracción literaria".

Salman Rusdhie también confesó la influencia de Borges, y en un ensayo dice que siempre lleva consigo varios "pasaportes", uno de los cuales es Ficciones. Más aún, en los agradecimientos que aparecen en su libro Los versos satánicos, Rushdie incluye "El libro de los seres imaginarios" de Borges utilizado para la descripción del Mantícora.

No obstante, en una reseña de 1999 sobre las Ficciones completas, en su publicación en inglés, Mavis Gallant observa que: "es prácticamente imposible encontrar a alguien que haya leído a Borges recientemente (que no sean lectores de habla hispana, traductores, especialistas en Literatura Americana y estudiantes que preparan disertaciones)".

Las cosas no han cambiado mucho desde entonces. Sospecho que muchas de las presunciones y tropos que se consideran "borgeanos", se han filtrado en la ficción inglesa y americana, generalmente sin que los escritores sepan de dónde vienen. Culturas fantásticas, jerarquías absurdas, ardides lúdicos y una recurrente autorreferencialidad podrían llevarnos a algunos a su origen, pero para muchos otros es sólo la forma como son las cosas: han sido normalizadas bajo el rubro de ficción posmoderna.

Entre los escritores ingleses más jóvenes, Borges parece estar más lejos, como influencia, de lo que estaba en el momento de su muerte, aunque aquella es discernible en las obras de excelentes autores como Geoff Dyer, David Mitchell y Zadie Smith. Yo enseño en una universidad inglesa y, alarmantemente, pocos de mis alumnos lo han leído, aunque la mayoría han oído hablar de él. Cada año, me esfuerzo por rectificar su ignorancia, y su reacción es de incomprensión o de asombro y gratitud: "¡por qué nadie me habló de esto antes!" Entre mis amigos escritores, su nombre sigue siendo prácticamente sacrosanto, aunque estoy empezando a preguntarme cuántos de los que aún no tienen cuarenta lo han leído realmente.

Casi todo el mundo está de acuerdo en que las historias entre 1939 y 1949 son realmente grandiosas: el trabajo posterior es, según J. M. Coetzeé, por ejemplo, "fatigoso" y "no aporta nada". Por desgracia, los poemas son poco apreciados y excesivamente comparados con los de sus contemporáneos, Neruda y Lorca.

Pero las grandes historias de los años 40 son percibidas como dueñas de una fuerza imperecedera, y como sugerí antes, su influencia ha sido absorbida y se refleja en una manera de ver el mundo ­tal como Foucault diera a entender hace unos cuarenta años.

Mi tributo favorito a Borges está en El arco iris de la gravedad de Thomas Pynchon, en el que un grupo de exiliados argentinos en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, liderados por el aventurero Squalidozzi, secuestran un submarino alemán. Como algo muy poco probable, están acompañados por la glamorosa Graciela Imago Portales, una "amiga especial" de los literatos de Buenos Aires, a quien "se dice que Borges le dedicó un poema".

Se citan dos líneas: "El laberinto de tu incertidumbre/Me trama con la inquietante luna..." Por supues- to, la cita ha desconcertado a los estudiosos, al concordar perfectamente con los ritmos y los temas de los primeros trabajos de Borges.

No hay duda de que a Borges lo habría deleitado, sobre todo desde que Pynchon lo compuso.

1 comentario:

  1. El traductor de Clarín debería haber buscado el original de Borges en vez de traducir la traducción: "Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos. Mejor procedimiento es simular que esos libros ya existen y ofrecer un resumen, un comentario".

    Leandro Fanzone

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