lunes, 10 de octubre de 2011

La traducción de poesía (1)

De acuerdo con los datos que ofrece Wikipedia, "Francisco Javier Uriz Echeverría (Zagaroza, 1932) es licenciado en Derecho , profesor de castellano, poeta, dramaturgo y traductor de literatura Escandinava. Ha vivido treinta años en Estocolmo  y es cofundador de la Casa del Traductor de Tarazona. En 1966 recibió el Premio Nacional de traducción por Antología de la poesía nórdica, traducido conjuntamente con José Antonio Fernández Romero". Hecha la presentación, en los próximos cinco días este blog publicará las reflexiones de Uriz Echeverría, oportunamente aparecidas en El Trujamán, a propósito de la traducción de poesía. La primera corresponde a una entrada del 22 de julio de este año.

La traducción imposible

En un congreso celebrado hace unos años en Valladolid bajo el lema general «Poesía necesaria», fui invitado a participar en una mesa redonda integrada en dicho encuentro cuyo título era «Traducir poesía».

Pensando en lo que iba a decir me pregunté: la traducción de poesía ¿es necesaria? Si lo es la poesía, como afirmaba el lema de la reunión, también lo será, después de Babel, su traducción. El poliglotismo tiene sus límites.

Necesaria, sí. Pero ¿posible?

Traté de contestarme con vivencias de mi práctica profesional.

Aunque parezca paradójico no hay mejor lugar para comprender la imposibilidad de la traducción que un congreso de traductores.

A principios de los ochenta, cuando ya llevaba unos años traduciendo en Suecia, asistí, con la fe del neófito, a mi primer congreso o reunión de traductores, en la Biblioteca Nacional de Madrid. Llegué pensando que allí estaba la solución a todos mis problemas y me encontré con la más brillante demostración y los más apabullantes ejemplos de la imposibilidad de la traducción.

Anoté cosas tan evidentes como: La equivalencia exacta no existe. Claro que las rocas del archipiélago sueco que aparecen en un poema tienen muy poco que ver con lo que se imagina al leer la palabra ‘roca’ el gallego que vive en la Costa de la Muerte.

Un poema forma una unidad indestructible con el idioma en que está escrito. Traducido es otra cosa, otro (si sigue siendo poema).

Aún recuerdo que para demostrarlo se nos planteó un interesante problema, no por lejano menos fascinante: en un idioma africano una persona traslada a otra a hombros y en la traducción dice «llegó gracias a mí» cuando en el original pone literalmente «llegó yo herramienta».
Salí de allí convencido de que la traducción de poesía (¿toda traducción literaria?) es una actividad imposible, condenada al fracaso y me dirigí a una librería para tocar una traducción, y comprobar si, aunque fuese imposible, existía.

De la visita deduje: se hace, luego es posible. Unas veces los resultados son buenos, otras malos o regulares. Si los teóricos dicen que es imposible y en la realidad existe, ¿negamos la realidad o a los teóricos que, desafortunadamente, también existen?

Si, como nos habían demostrado, la equivalencia absoluta no existe, ¿por qué exigirla? 

Bastantes daños ha hecho históricamente el absolutismo.

Me limito a constatar que traducir poesía es simplemente aproximar al lector un poema escrito en un idioma que no es el suyo, respetando de la manera más minuciosa posible fondo y forma.

3 comentarios:

  1. querrás decir claro y sencillo, aulich. paco uriz, gran traductor muy futbolero, tiene una antología de poesía futbolística que es un must de cartier.

    ResponderEliminar
  2. Quise decir simple y lógico, Nariz. Aprecio tu esmerada corrección, pero prefiero dejarlo en simple y lógico.

    ResponderEliminar