viernes, 22 de agosto de 2014

Borges, Cortázar, Sábato, Bioy y otros, traducidos al ruso por Evguenia Lysenko

El 4 de mayo de 2011 Elena Kaláshnikova publicó en Rusia hoy una entrevista realizada varios años antes con Evguenia Lysenko (1919-2004), traductora de español, polaco y francés. Allí se lee que, entre sus traducciones más notables se encuentran las novelas de los escritores del Siglo de Oro español: El diablo cojuelo de Luis Vélez de Guevara, Oráculo manual y arte de prudencia y El Criticón de Baltasar Gracián,  y también, 62. Modelo para armar y El libro de Manuel de Julio Cortázar, Diario de la Guerra del Cerdo, de Adolfo Bioy Casares, los cuentos y ensayos de Jorge Luis Borges, La Colmena de Camilo José Cela, Sobre héroes y tumbas y Abbadón el exterminador de Ernesto Sábato.

El explosivo trabajo de extraer las traducciones
de Sábato, Borges y Cortázar

Evguenia Mijáilovna estudió en el colegio musical de Kíev, luego en el conservatorio, luego se casó y se mudó a Moscú. Durante la guerra, con su bebé y sus padres evacuó a los Urales. Luego de la guerra su esposo trabajó como profesor en la universidad. Con la música no resultó nada de provecho: tres años sin tocar, una criatura pequeña, una habitación, como resultado: ataque de nervios. De todos modos ingresó en la universidad, en la sección occidental de la facultad de filología en el grupo de alemán (antes de la guerra en las escuelas el alemán era el principal idioma de estudio). Luego se pasó al grupo francés, donde también estudió el español. En 1948 la aceptaron en el postgrado pero al poco tiempo comenzó la campaña de persecución contra los “cosmopolitas” y al marido de Evguenia Vasílievna,  excelente lector de conferencias, muy popular en la sección, lo pasaron a la facultad de periodismo. Consideraron que ejercía una “influencia perniciosa”.

Comenzó a escribir su tesis sobre “Declinación condicional en el idioma español”, pero no pudo defenderla. En 1951 arrestaron al marido y lo mandaron al campo de concentración. Con gran dificultad la futura referente del traductorado en la Unión Soviética logró ubicarse como traductora técnica en el Instituto del Carbón, en los suburbios de Moscú, en el laboratorio de trabajos de perforación y explosión. Los jefes estaban satisfechos: Evguenia traducía las revistas extranjeras y en dos años se convirtió en especialista en trabajos de perforación y explosión.

–¿Cómo comenzó a traducir la literatura en español?  
–Fue la excepcional hispanista Inna Terterián quien  me propuso traducir a Borges. Una vez nos encontramos con ella en el Museo de Arte Pictórico, me miró penetrantemente y me espetó: “Nos preparamos para publicar una recopilación de Borges. Me parece que es usted la indicada para ello. ¿Se anima?”. Con posterioridad fue B. Dubin quien me fue proponiendo continuar con la traducción de las obras de Borges. Hasta entonces había traducido a Fuentes, Benedetti, Onetti y otros latinoamericanos. De los españoles a Delibes, Cela…

–¿En su juventud tuvo usted obras extranjeras preferidas?
–En mi juventud no pensaba en traducciones. Me enfermaba con frecuencia, no iba a la escuela y por eso leía mucho, más que nada literatura rusa. Hace tiempo encontré una traducción de antes de la revolución del Quo Vadis? del polaco Senkevich. Luego lo hallé en la Biblioteca de Literatura Extranjera y lo dejé: era imposible de leer porque había envejecido. En su momento, en Panorama de libros se publicó una nota que yo incluso recorté: alguien se indignó porque en Belarús hasta el día de hoy editan Quo Vadis?, aunque su tirada total en la Unión Soviética llegó a los 4,5 millones de ejemplares y sólo en “series de descarte” la tirada fue de quinientos mil ejemplares. Ahora, los libros de Sábato se editan con una tirada de apenas 3.000 ó 5.000 ejemplares…

–¿Cuándo trabajó mejor: antes o después de la perestroika? 
–Antes eran varias las editoriales sólidas, que siempre proponían algo. Ahora están de moda Borges, Cortázar o Bioy, pero todo es algo menos seguro. Cierta vez me llamó el editor de Cristal de San Petersburgo, de la cual yo antes no sabía nada, y me propuso publicar mis traducciones de Borges, Cortázar y Bioy en libros separados. Hace poco me mandaron diez ejemplares de cada librito, una edición muy agradable.

–¿Nunca tradujo poesía? 
–Como obra propia no, a excepción de pequeños versos e incluso algunos sonetos que se encuentran en el texto. En las obras de Cortázar, por ejemplo, no es difícil traducir sus versos sin rima ni ritmo.

–¿Pasa con facilidad de un libro a otro? 
–Sí. Ha jugado un papel, seguramente, la música, ya que el ejecutante debe ingresar con facilidad en el estilo de un nuevo compositor. Yo me adapto con flexibilidad al escritor que me sea interesante. En 1989 editaron mi traducción de La sexta isla la novela del uruguayo-cubano Daniel Chavarría. No conocemos las demás obras de este autor. Es un policial interesante, estructurado en varios estilos: la voz del autor, la acción en el siglo XVI, el texto de los hombres de negocio contemporáneos. Aquí, como se estila en los policiales, por fragmentos de una anotación encuentran un tesoro en un buque hundido. Una tarea semejante: el paso de un estilo a otro, es para mí muy interesante.

–¿En la época soviética el editor descartaba de sus trabajos frases o incluso fragmentos enteros por razones ideológicas?
–En la editorial Ráduga (Arco Iris) de la novela de Cortázar 62. Modelo para armar desecharon el episodio que describe un amor de lesbianas. Pero esto ocurrió en 1985, hace mucho.

–¿Qué reacción a su traducción se quedó más grabada en su memoria?
–La bondadosa y excelente redactora Borisévich me llamó al día siguiente de recibir mi traducción y me dijo: “Cuando tomo su obra es como si me sumergiera en un cálido baño”. 

–¿Cómo toma ahora su trabajo? ¿Está satisfecha con él? 
–Algunos me gustan más, como 62. Modelo para armar. Es bastante optimista, hay muchos momentos lúdicos. En cambio el Libro de Manuel es menor aunque también es muy interesante y requiere del traductor trucos acrobáticos. Fue pensado como un espejo del actual estado de la sociedad y en el original fueron pegados recortes de diarios en distintos idiomas. Amo La Colmena, las cartas de Flaubert, algunas cosas de Borges, menos de Bioy. Pienso que mejor se me dieron las obras del Siglo de Oro español.

–¿No quisiera traducir todas las obras que se pueda de un autor? ¿Trabajar con autores y no con libros de diferentes escritores?
–No. Pero algunos redactores dividieron mis últimas traducciones en pequeños libritos. Aunque de Borges debo haber traducido en total catorce folios, lo que más tiene son obras breves.

–Sí, y sus últimas obras son apenas de algunos versos, resumen de novela o una novela como un encabezado propio.
–Borges dijo que no amaba y no comprendía las novelas, a excepción de Don Quijote. Hace poco me llamaron de Azbuk y me pidieron permiso para volver a editar la recopilación de Borges. “¿No se han saturado acaso de él?”, pregunto. “No”, me responde el redactor. El libro se llamará El Aleph, según el título de mi traducción.

–Aquí, como en la traducción de las novelas del “Siglo de Oro”, tuvo usted que utilizar un enfoque estilístico.
 –Sí. Preparé el trabajo de tesis sobre declinación condicional en un corte histórico, por eso conozco bien las novelas picarescas, de caballería, antiguas. Es una declinación muy artera, en español se la puede expresar por varias formas de verbo, en tanto que en ruso sólo por el giro “Si”. Pienso que de las novelas picarescas la que mejor me resultó fue El diablo cojuelo.

–¿En los textos traducidos encontró con frecuencia realidades desconocidas? 
–En la Santa Evita de Tomás Eloy Martínez y en Abaddón el exterminador de Ernesto Sábato me ayudó mucho una redactora nacida en la Argentina. Sábato es casi desconocido entre nosotros y es un escritor del nivel de Borges y Cortázar. Un editor de San Petersburgo no hace mucho me dijo: “Escriba una solicitud pero no le prometo nada. Sábato no está promocionado entre nosotros”. En lo fundamental él escribió ensayos, tiene sólo tres obras de ficción: un pequeño relato y dos novelas. Yo traduje las dos novelas: Sobre héroes y tumbasAbaddón el exterminador. En los casos difíciles, en la sala de información de la biblioteca de literatura extranjera utilizo enciclopedias en cuatro idiomas. Así encontré en un libro sobre judaísmo el apellido de un poeta a quien consideraba inglés.


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