martes, 22 de diciembre de 2015

Los libros en París, después de los atentados

Lo que se reproduce a continuación, es un artículo firmado por Violaine Morin, aparecido en el diario Le Monde, de Francia, del día 18 de diciembre del corriente año. Forma parte de un dossier dedicado al papel que juegan los libros en la actualidad y a la forma en que mitigan nuestros problemas. Según la bajada, "La lectura ayuda a curar nuestras tristezas, a reparar los traumatismos. Muchos están convencidos de esto, al tal punto que, en Gran Bretaña, se apuesta a la 'biblioterapia'".

El libro, ese remedio soberano

Desde los atentados del 13 de noviembre, los franceses salen menos. Los comercios lo sufren, incluidas las librerías. Según el instituto de estudios GfK, el mercado del libro conoció de inmediato una baja sensible. En el mes de noviembre, la cantidad de libros vendidos y las ganancias del sector bajaron así el 6%.

Sin embargo, los libreros plantean para el período un cuadro más matizado; la frecuentación, efectivamente, ha disminuido, pero las ventas crecieron para los libros sobre el Islam, el Medio Oriente y la radicalización. En las librerías de París, pero también en Coiffard, de Nantes, en Mollat, de Burdeos, o incluso en Square, de Grenoble, se venden muchos ejemplares de la última obra de Jean-Pierre Filiu, Les Arabes, leur destin et le notre (La Découverte, 2015). "Como después del 7 de enero, dicen los libreros interrogados, los lectores piden principalmente Le Piege Daech, de Pierre-Jean Luizard (La Découverte, 2015), así como los trabajos de Gilles Kepel, el politólogo especialista en el Islam, o los de la antropóloga Dounia Bouzar".

En Divan, una librería del distrito 15 de Paris, Philippe Touron cuenta el día posterior a los atentados: "La gente estaba aturdida. Las personas querían hablar, en un espacio donde sabían que iban a encontrar la posibilidad de reflexión".  Un entusiasmo ligado, según Touron, al "valor-refugio" que constituye el libro, pero también al espacio de la librería, un lugar al que "se entra, se recorre, en el que se discute, rodeado de objetos que, para nosotros, crean sentido".

¿Por qué volverse hacia los libros? ¿Tal vez porque la lectura nos ayuda con nuestras tristezas, nuestros traumatismos, individuales y colectivos? Michele Petit, antropóloga especializada en la lectura, recuerda, en su obra L'Art de lire, ou comment résister a l'adversité (Belin, 2007)  que las librerías neoyorkinas tuvieron un pico de frecuentación después del 11 de septiembre de 2001. Invitada a comentar "el regreso a los libros" comprobado en Francia después de los atentados de enero, Michele Petit precisa: "La lectura no puede salvar" a los muy traumatizados, pero puede contribuir a su reconstrucción. "La idea de que hay que leer para 'reconstruirse' es demasiado esquemática. Por otra parte, reconstruirse quiere decir volver al estado precedente, al anterior a la herida, mientras que la lectura es una construcción en sí misma, una actividad transformadora".

Si hay transformación, es porque el libro hace trabajar una dimensión esencial de lo humano. "Somos animales poéticos, sedientos de símbolos", agrega Petit. La lectura, en tanto actividad creadora de sentido, ayudaría entonces a sobreponerse a episodios dolorosos, momentos de ruptura, de pérdida de referencias. La palabra "referencia", por otra parte, vuelve a la boca de los libreros interrogados después del 13 de noviembre.

La lectura permite intentar comprender lo incomprensible, pero también a salir de la tristeza por el "encuentro" con otro espíritu. Marcel Proust aconsejaba esa actividad al "espíritu perezoso", sujeto a la neurastenia: "Lo necesario, entonces, es una intervención que, viniendo de otro, se produce en nosotros mismos; es el impulso de otro espíritu, pero recibido en el seno de la soledad". 

En Gran Bretaña, las virtudes de la lectura se toman muy en serio, al punto que allí se habla de "biblioterapia". Así, en el caso de problemas psíquicos leves se aconsejan los libros. Gracuas a ka asosciación caritativa The Reading Agency, eb las bibliotecas del país, se ha puesto a disposición del público una lista de obras de psicología popular, a las que se llama self-help books (libros de autoayuda). Además de esos libros de psicología popular, la biblioterapia, apoyándose en obras de ficción, conoce un cierto éxito en el mundo anglosajón. En este sentido, acaba de aparecer en Francia Remedes littéraires. Se soigner par les livres, de Susan Elderkin y Ella Berthoud, un voluminoso manual, publicado en el Reino Unido en 2013 y ya traducido a una veintena de lenguas, con forma de vademecum farnacéutico, donde George Eliot y Gustave Flaubert habrían reemplazado al tomillo, al aceite de hígado de bacalao y al agua caliente con limón.

Exhibiendo resueltamente su levedad, este libro es, sin embargo, el fruto del trabajo de dos autoras, que proponen consultas desde 2008. El paciente debe llenar por adelantado un cuestionario que será profundizado durante la consulta. Ésta dura alrededor de 45 minutos y cuesta 80 libras (vale decir, 110 euros), una cifra algo salada paa esta medicina del alma, cuyos efectos resultan difíciles de evaluar. Al lector se le receta un remedio inmediato y se le dan otros cinco consejos.

En nuestro caso (una consulta gratuita), la experiencia deja la sensación de haber pasado un momento agradable charlando sobre temas literarios, sin que forzosamente se justifique la denominación de "terapia". Las autortes amiten de buen grado: "Entre el 60 y el 70% de nuestros clientes no tienen un problema en particular. Apenas el 30% ha vivido algo difícil, como un divorcio o una depresión". 

Precisamente, la idea de "cura" por medio de los libros, a fortiori por los libros de ficción, es lo que suscita una cierta desonfianza en Francia. Para Michele Petit, la palabra "biblioterapia" es reductora: "El uso de libros como terapia es un fenómeno más bien anglosajón. Para comprender los beneficios de la lectura, beneficios reales, hay que adoptar una representación más amplia de esa actividad, sin limitarla a la búsqueda de una cura, y menos aún a una receta". Es lo que ella se ha propuesto hacer en sus investigaciones. L'Art de lire relata varios años de observación de "grupos de lectura" en Latinoamérica. Para que el beneficio de la lectura sea real, hay que desembarazarla del marco escolar, en el cual puede evocar recuerdos de exclusión o de humillación. Michele Petit describe, por ejemplo, una experiencia en un hogar de reinserción de niños-soldados en Colombia, a principios del año 2000. El grupo había sido voluntariamente alejado del marco escolar: sin notas, sin deberes u obligación alguna de participar. La coordinadora contaba mitos y leyendas delante de un mapa del país. De repente, uno de los participantes, "a quien jamás se le había escuchado decir nada", se abrió y relató las historias oídas durante su infancia, y señaló en el mapa las regiones que había recorrido durante la guerra, describiendo lo que él había vivido.

En lo que concierte a la necesidad unviersal de creación de sentido, los relatos ficcionales, los cuentos, las leyendas, las novelas son también un soporte natural para los psicoterapeutas. Antoine Mousty es psicólogo clínico en el servicio de psiquiatría de adolescentes del hospital de Argenteuil (Val-d-Oise). Más que utilizar el término "biblioterapia", prefiere designar al libro como una "meditación terapéutica" posible, entre otras actividades. Una mediación esencial cuando la lengua común fracasa: "En el curso de una psicoterapia clásica, el paciente formula el problema que lo hace sufrir. En un psicóticom, ese modelo es inadecuado, porque su relación con la realidad est diferente. La lectura puede entonces dar forma a algo que no está psiquicamente elaborado. El libro se encuentra con el mundo interno del paciente".

Pero para que tal encuentro se dé, la lectura debe ser concebida a partir de un tejido relacional con el psicólogo. "Si uno hiciera que los cuentos fueran leídos por una computadora, ¡no funcionaría!", explica Antoine Mousty."Lo que importa es la relación, la manera en que el terapeuta aporta sentido por el tono de su voz, como lo haría una madre aportándole sentido por ese mismo recurso a su hijo". Además, nadie reacciona de la misma manera a las mismas historias. El vínculo con el terapeuta resulta entonces esencial, porque es él quien acecha los signos, quien los interpreta, quien ayuda al enfermo a darle forma a lo que siente.

Ésa es la  otra razón por la cual el término "biblioterapia" suscita reservas: es imposible predecir el efecto de un libro sobre alguien, por lo que no se puede sistematizar la prescripción de obras. Karina Brutin, autora de L'Alchimie thérapeutique de la lecture (L'Harmattan, 2000), trabajo por mucho tiempo como profesora de francés para jóvenes que sufrían perturbaciones psíquicas en la clínica Georges-Heuyer, de París. Ella confirma: "No se puede anticiapar sus reacciones. Los libros que para una pueden ser anodinos, pueden desencadenar cosas muy fuertes en otras personas". La profesora se acuerda de una jovencita que evocaba Vingt-quatre hueres de la vie d'une femme, de Stefan Zweig (1927), diciendo: "Es extraordinario, habla de mí sin que yo necesite decir nada", El libro cuenta, pero no fue percibido como un instrumento terapéutico por la paciente. "La literatura le abría la posibilidad de comunicar todo guardándose los secretos para sí", comenta la docente. "Ahí se ve que el empleo de la lectura puede ser un empleo para la libertad".

Leer, en suma, es siempre un forma de independencia, fuera del campo de la terapia o del marco educativo. Desde el 13 de noviembre, los que leen "para entender" eligen salirse de la temporalidad de la investigación que se sigue frenéticamente por Internetet, por televisión o en la prensa. Producen un "desvío vital", según la expresión de Michele Petit, hacia un mundo interior en el que los mecanismos de la lectura, sean terapéuticos, escolares o cívicos, dejan lugar a un espacio fuera del tiempo, como las arcadas de los palacios de la Venecia soñada por Proust se reconoce en Shakespeare y Dante: "Esos altos y finos encalves del pasado no están en el presente, sino en otro tiempo donde en el presente está prohibido entrar". 

Traducción: J.F.


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